jueves, 15 de diciembre de 2011

EL HÉROE NO VENCIDO, por Jesús Santrich, miembro del Estado Mayor FARC-EP





En memoria del camarada Alfonso Cano, Comandante en Jefe de las FARC-EP, caído en combate el 4 de noviembre de 2011, en las montañas del Cauca.

Diciembre 4 de 2011

“Este es un mensaje de decisión: aquí en las FARC nadie está amilanado, ¡estamos absolutamente llenos de moral, de moral de combate!” Alfonso Cano.

Cuando sea el alba de los siglos sin explotados, quizás como un cósmico huracán de la cólera embravecida, el aliento agitado de los pobres habrá arrasado toda posibilidad de plusvalía.

Despertaremos, entonces, los adentros de cada alma entumecida por el caos, con los acentos  relampagueantes  de los truenos que ungen el pecho húmedo del cielo, aunque poblado él esté aún de las nubes grises y densas del otoño que afligen a la luna.

Ya el tiempo habrá abierto suficientemente  sus puertas herrumbrosas sobre sus goznes  de segundos  sumisos, y hacia el horizonte de la paz justa habrá cruzado con su furia tempestuosa el silencio de los oprimidos dejando tras de sí las cruces y ataduras; y en la oquedad del universo bajo la mirada imperecedera de una constelación de amores se alzará el altar de la humanidad liberada, alumbrada por una antorcha de sol incomparable.

En el horizonte del mundo nuevo que va naciendo, con un escudo de luna  llena  bajo el brazo estará el guerrero de Chirriaderos  empuñando en su diestra  una lanza misteriosa, brillante lanza salpicada del polvo de los luceros.

Con los ojos de Orión nos ha de mirar la aurora desde el este; y otra espada celeste nos protegerá del ímpetu de los quásares, mientras el toro del firmamento embiste con destellos rojos las siete palomas  de la galaxia: a dónde irán las Pléyades con sus alas de sombras inciertas?

Quizás hacia el más íntimo retozo del Dios del infinito que es el tiempo; hacia el calor más pasional de sus innúmeras e ingentes manos artesanas hechas de espacio sin fronteras, donde dormita la creación…, sus sueños despiertos, sus andanzas quietas, su inmensidad constelar tan pequeña frente al más allá de lo insondable.

Pero allí donde ha caído el guerrillero, en esa diminuta montaña que pareciera nada frente a la expansión del universo, estará grabado el rayo cósmico de luz que hizo honores a su muerte.

Ladran los perros de la opresión sobre el cuerpo yerto del combatiente abatido, pero los asusta su enigmática estampa de héroe no vencido. La insignia del valor enjuagada en sangre, viaja en un escorpión de astros  por las aguas de Plutón. Pero se alza el sol entre los peñascos más abruptos sumando el albor del mártir inmolado, y el arcoíris de Bochica entinta el paisaje para que esplenda en las horas de luto la barba antigua de Chimichagua, que flamea invicta entre la tormenta de la rebeldía, mientras sus pájaros negros llevan la luz hasta el más alto risco de nuestro oscuro duelo.

Con su muerte se ha sembrado más en nuestras mentes; como con un redoble de relámpagos que estremece la existencia, como el huracán de Lenin que descarga truenos y granizo para que luego germine del otoño gris la primavera, como rayo de aurora clara, y nuestros muertos todos sigan con sus trazos de fuego esculpiendo  ante nosotros la vía del martirio que encienda al fin la primavera roja  que traerá la vida.

Pregúntale a Tiresias, Camarada, el camino cierto para derrotar las sombras; pregúntale la respuesta  para cada enigma de la esfinge que devora tus entrañas…

Y si alguien llora por tus penas, como en el poema de Bécquer, que el llanto llore  sin que el llanto acuda a nublar las pupilas…, por el sacrilegio de arrojar tu adarga lunar hacia el abismo. Sólo habrán logrado que los humedales fértiles del Dorado devuelvan a tu rostro la manigua y la trinchera de espejos  que resguardó por siempre tu mirada.

De su metálica efigie de titán herido se vertió el carmín que tiñera el ocre del páramo enrarecido; pero el rubí de su pecho torturado sólo se posa en la tierra  para ascender henchido de decoro, en la pasión del pueblo que se eleva desde la más subterránea flama de la gesta chibcha.

No más letras en el papel, vamos a la calle a cantar el coro de su credo libertario, con el latir arrebatado de la ira del ofendido.

Con la leche de Bachué, con la sangre de Alfonso Cano, con la de Raúl Reyes y la de Jorge Briceño, con la de Iván Ríos y la de Mariana Páez…, con la sangre de los pobres y de todos los nuestros que han caído, moldearemos sin miedos el barro de la patria que queremos y que haremos, desde los instantes prístinos de quienes nos antecedieron en la brega hasta alcanzar los confines de una revolución purificada; sin congoja en el alma y con arrojo, para hacer la pira del comunismo.

Bolívar con su espada, Manuel con su fusil, encabezan la guardia equinoccial de los valientes que dan la bienvenida a la aurora roja  que pronto abraza  el porvenir.

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